lunes, 27 de mayo de 2019

CAPITULO 19 (PRIMERA HISTORIA)




Ella quiso mover la cabeza, apartarse y salir de la habitación con andar indiferente. Pero fluyó a los brazos de él y su boca salió al encuentro de la de Pedro.


Ella pegó mejor contra su cuerpo. No podía ni quería pensar en nada… ni en las consecuencias, ni en las reglas, ni en un código de conducta. Por primera vez desde que tenía uso de memoria, solo deseaba sentir. Esas agudas y dulces sensaciones que le provocaba ella eran más que suficiente para cualquier hombre.


Paula era fuerte, siempre lo había sido, pero no lo bastante para impedir que el tiempo se paralizara. Comprendió que toda la vida había estado esperando ese momento. Mientras sus manos subían por la espalda de él, abrazó el momento tan completamente como abrazó a Pedro.


El fuego crepitó en la chimenea. La lluvia repicaba en el exterior. Por toda la casa reinaba la ligera y picante fragancia del pebetero de Lila. Los brazos de él eran fuertes y firmes, aunque con una gentileza que Paula no había esperado.


Lo recordaría todo, cada detalle, junto con la oscura excitación de la boca de Pedro y el sonido de su nombre pronunciado por él.


La apartó, en esa ocasión despacio, más aturdido de lo que le gustaba reconocer. Al observarla, ella se pasó la lengua por los labios, como si quisiera saborear un último vestigio. El gesto delicado e inconsciente a punto estuvo de ponerlo de rodillas.


—No habrá disculpa esta vez —le dijo con voz poco segura.


—No.


—Te deseo —volvió a besarla—. Quiero hacer el amor contigo.


—Sí —fue un tipo de liberación glorioso. Sonrió sobre la boca de él—. Sí.


—¿Cuándo? —enterró la cara en su pelo—. ¿Dónde?


—No lo sé —cerró los ojos maravillada—. No puedo pensar.


—No lo hagas —le besó la sien, el pómulo, los labios—. No es el momento de pensar.


—Ha de ser perfecto.


—Lo será —le enmarcó otra vez la cara—. Deja que te lo demuestre.


Le creyó… las palabras y lo que vio en sus ojos.


—No puedo creer que vayas a ser tú —riendo, lo rodeó con los brazos y lo pegó a ella—. Que hay a esperado toda mi vida para estar con alguien y que seas tú.


—¿Toda tu vida? —la mano se frenó de camino hacia el cabello de Paula.


—Pensaba que la primera vez tendría miedo, pero no lo tengo. No contigo soñadoramente enamorada, —lo abrazó más fuerte.


—La primera vez —Pedro cerró los ojos. ¿Cómo había podido ser tan estúpido? Había reconocido la inexperiencia, pero no había pensado, no había terminado de creer que ella fuera completamente inocente. Y la había seducido en su propia cocina—. Paula.


—Tengo sed —se quejó Alex desde la puerta, haciendo que se separaran como niños culpables. Los miró con suspicacia—. ¿Por qué hacéis eso? Es desagradable —miró a Pedro con expresión dolida, de hombre a hombre—. No entiendo por qué alguien querría besar a las chicas.


—Es un gusto adquirido —le informó Pedro—. ¿Qué te parece si te damos algo para beber y luego hablo con tu tía? Necesito hacerlo en privado.


—Más tonterías sentimentales.


—¿Qué tonterías sentimentales? —quiso saber Amelia al pasar a su lado.


—Nada —Paula alargó la mano hacia la cafetera.


—Dios, qué día he tenido —comenzó Amelia mientras tomaba una galleta.


Dos segundos más tarde entró Susana, seguida de Lila. Cuando la cocina se llenó de risas y fragancias femeninas, Pedro supo que su momento se había perdido. En el instante en que Paula le sonrió desde el otro extremo del cuarto, también temió perder la cabeza.



No hay comentarios:

Publicar un comentario