lunes, 12 de agosto de 2019

CAPITULO 52 (QUINTA HISTORIA)




—Hemos mirado en todas partes —le decía El Holandés a Pedro—, en el almacén, en la despensa, incluso en el congelador de carne. Teo y Samuel han ido a mirar en las habitaciones que se están reformando y Max y Hernan están buscando en el jardín.


Tenía mirada de preocupación, pero sostenía una taza de café sin que le temblaran las manos.


—Yo creo que si estuviera escondido y oyera que lo llamamos, saldría.


—Hemos buscado en la casa dos veces —dijo Pedro, mirando por la ventana —. Amelia y Lila han registrado el hotel de arriba a abajo. No está aquí.


—No tiene sentido. Kevin está muy contento de estar aquí.


—Algo le ha hecho huir —dijo Pedro—. ¿Por qué huye un niño? Porque tiene miedo, o no es feliz o le han hecho daño.


—A ese chico no le pasa nada de eso —dijo El Holandés.


—Eso creo yo —dijo Pedro, que a los nueve años le pasaban las tres cosas, y no había notado los síntomas de ello en Kevin. Él había huido algunas veces, pero no tenía ningún sitio donde ir.


Miró hacia los acantilados.


—Tengo una idea —dijo casi para sí mismo.


—¿Qué?


—Tengo que comprobarlo.



CAPITULO 51 (QUINTA HISTORIA)




Una hora después lo buscaban por toda la casa. Paula procuraba tranquilizarse y miró en todos los rincones, empezando por la torre y bajando habitación por habitación.


Tenía que estar allí, se decía. Lo encontrarían en cualquier momento. Pero le daban ganas de chillar de nerviosismo continuamente y tenía que contenerse.


Estaba jugando, seguro, se había ido a explorar, porque aquella casa le encantaba.


Había mandado fotos a todos sus amigos y familiares de Oklahoma, para que todo el mundo pudiera ver que vivía en un castillo.


Lo encontraría detrás de la siguiente puerta, se repetía Paula como una letanía.


Se topó con Susana en uno de los pasillos y sintió escalofríos.


—No me responde —dijo débilmente—. Lo llamo y no me responde.


—La casa es muy grande —dijo Susana, tomando las manos de Paula—. Una vez, cuando éramos pequeños, jugamos al escondite y tardamos tres horas en encontrar a Lila. Se había metido en un armario y se había quedado dormida.


—Susana. Faltan sus dos camisas favoritas y dos pares de deportivos. Dos gorras de béisbol, se ha llevado el dinero de la hucha. No está aquí, se ha ido.


—Necesitas tranquilizarte.


—No, necesito hacer algo. Llama a la policía. Oh, Dios mío… —dijo Paula, tapándose la cara con las manos—. Podría haberle pasado cualquier cosa. Solo es un niño. Ni siquiera sé cuánto tiempo lleva fuera. Ni siquiera sé… —dijo Paula. Tenía miedo—. ¿Le has preguntado a Alex, a Jazmin? A lo mejor les ha dicho algo. A lo mejor…


—Claro que les he preguntado —dijo Susana—. Kevin no les ha dicho nada.


—¿Adónde habrá ido? ¿Por qué? ¿Habrá vuelto a Oklahoma? —dijo Paula, y le pareció una posibilidad esperanzadora—. A lo mejor está tratando de volver a Oklahoma. Tal vez estaba triste y solo fingía que le gustaba estar aquí.


—Le gusta mucho vivir aquí. Pero vamos a comprobarlo. Ven, vamos.





CAPITULO 50 (QUINTA HISTORIA)




Estaba blanca como la nieve, pero esforzándose por mantener la calma. La idea de que su hijo se hubiera escapado era tan absurda que continuaba diciéndose que era un error, una broma, tal vez un sueño.


—Nadie lo ha visto —repitió—. Y le falta parte de la ropa y el saco de dormir.


—Llama a Susana —dijo Pedro—. Seguro que está con Alex y con Jazmin.


—No —dijo Paula, negando con la cabeza. Sentía su cuerpo igual que si fuera de cristal, como si fuera a romperse al menor movimiento—. Están aquí. Están todos aquí y no lo han visto. Yo estaba durmiendo y, cuando me he despertado, he ido a su habitación, como hago siempre. No estaba, pero he pensado que estaba en el piso de abajo, pero tampoco estaba, y Alex lo estaba buscando. Entonces he vuelto a su habitación, y cuando he visto que algunas de sus cosas… algunas de sus cosas…


—Bueno, querida, no te preocupes —dijo Coco, rodeando a Paula por la cintura —. Seguro que está jugando a algún juego. En esta casa hay muchos sitios donde esconderse.


—Estaba muy ilusionado con la fiesta de hoy. Solo hablaba de ello.


—Lo encontraremos —dijo Pedro.


—Por supuesto —dijo Coco—. Vamos a organizar un equipo de búsqueda, y él se va a alegrar mucho cuando lo encontremos.