sábado, 22 de junio de 2019
CAPITULO 22 (TERCERA HISTORIA)
—He tenido una idea maravillosa —anunció Coco. Como un barco en plena navegación, entró en la cocina, donde Paula, Pedro, Susana y sus hijos estaban disfrutando del desayuno.
—Bien por ti —dijo Paula, por encima del borde de un cuenco lleno de cereales con chocolate y leche—. Cualquier persona capaz de pensar a esta hora se merece una medalla.
Como una mamá gallina, Coco revisó las hierbas que tenía plantadas en una maceta, sobre la repisa de la cocina. Se inclinó sobre la albahaca antes de volverse.
—No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Realmente es tan…
—Alex me está dando patadas por debajo de la mesa.
—Alex, deja en paz a tu hermana —dijo Susana con paciencia—. Y Jazmin, no interrumpas.
—No estaba haciéndole nada —una gota de leche resbalaba por la barbilla de Alex—. Es ella la que está acercando la rodilla a mi pie.
—No es verdad.
—Claro que sí.
—Cara de pavo.
—Cabeza de moco.
—Alex —Susana tuvo que morderse el labio para no reírse y mantener un gesto severo de desaprobación—. ¿Quieres comerte esos cereales?
—Ha empezado ella —murmuró él.
—No es verdad —dijo Jazmin con voz queda.
—Claro que sí.
Otra mirada de su madre y los dos callaron para mirarse con disgusto por encima del borde de sus cuencos.
—Y ahora que ya hemos recuperado la tranquilidad —Paula chupó divertida la cuchara—. ¿Qué es esa idea tan maravillosa que tienes, tía Coco?
—Bueno —se atusó el pelo con aire ausente, revisó su imagen en el tostador y mostró con una sonrisa su aprobación—. Tiene que ver con Pedro. En realidad es algo tan evidente… Pero claro, estábamos tan preocupados por su salud, y resulta tan difícil pensar con todo el ruido de la obra… ¿Sabéis que uno de esos jóvenes que está trabajando en la terraza esta mañana solo lleva encima unos vaqueros y el cinturón de las herramientas? Así es imposible no distraerse —miró por la ventana de la cocina, solo por si acaso.
—Siento habérmelo perdido —Paula le guiñó el ojo a Pedro—. ¿Era ese tipo con el pelo largo y rubio y unas sandalias de cuero?
—No, yo me refiero a uno moreno, con el pelo rizado y bigote. Y debo decir que tiene un cuerpo perfecto. Supongo que no es difícil mantenerlo así si uno se pasa todo el día martilleando. Pero ese ruido es una molestia. Espero que no te moleste mucho, Pedro.
—No —se inclinó hacia delante, intentando seguir el curso de los pensamientos de Coco—. ¿Quieres más café? —le ofreció.
—Oh, qué amable de tu parte. Creo que sí —se sentó mientras Pedro se levantaba para servirle una taza—. Han transformado literalmente la habitación del billar. Por supuesto, todavía queda un largo camino por recorrer… gracias, querido —añadió cuando Pedro colocó una taza de café frente a ella—. Y todas esas lonas y herramientas que lo afean todo. Pero al final merecerá la pena — mientras hablaba, aderezó el café con crema y montones de azúcar—. Por cierto, ¿por dónde iba?
—Tenías una idea maravillosa —le recordó Susana, posando la mano en el hombro de Alex para evitar que le lanzara un cereal empapado en leche a su hermana.
—Oh, sí —Coco bajó su taza y suspiró—. Se me ocurrió ayer por la noche, cuando estaba echándome el tarot. Hay algunos asuntos personales que me gustaría resolver y además quería tener algún criterio sobre otros asuntos.
—¿Qué otros asuntos? —quiso saber Alex.
—Cosas de mayores —Paula le dio un suave codazo en las costillas para hacerlo reír—. Un aburrimiento.
—Chicos, deberíais ir a buscar a Fred —Susana miró el reloj—. Si hoy queréis venir conmigo, tenéis cinco minutos para arreglaros.
Ambos se levantaron y salieron gritando de la habitación como dos pequeñas fieras.
Disimuladamente, Pedro se frotó la rodilla, que también había sufrido algún contacto con el pie de Alex.
—Las cartas, tía Coco —dijo Paula cuando el alboroto remitió.
—Sí. He visto que hay un peligro, pasado y futuro. Es desconcertante — dirigió una mirada cargada de preocupación a sus sobrinas—. Pero vamos a contar con ayuda para superarlos. Al parecer tendremos dos fuentes diferentes de ayuda. La una es cerebral, la otra es física… y potencialmente violenta — incómoda, frunció ligeramente el ceño—. No soy capaz de determinar cuál es la fuente física, aunque al parecer debería proceder de alguien de la familia. Yo pensé que podía venir de Samuel, él es tan… bueno, tan del oeste. Pero no, estoy
segura de que no es él —dejó de lado aquella inquietud y volvió a sonreír—. Pero naturalmente, la cerebral es Pedro.
—Naturalmente —Paula le palmeó la mano y él se removió incómodo en su silla—. Nuestro huésped es un genio.
—No te burles de él —Susana se levantó para llevar los cuencos al fregadero.
—Oh, él sabe que no solo me gusta su cerebro, ¿verdad, Pedro?
Pedro tenía un miedo mortal a ruborizarse de un momento a otro.
—Si continúas interrumpiendo a tu tía, llegarás tarde al trabajo.
—Y y o también —señaló Susana—. ¿Cuál era tu idea, tía Coco?
Coco había comenzado a elevar la taza otra vez y, una vez más, la bajó sin haber probado el café.
—He pensado que Pedro debería dedicarse a lo que había venido a hacer aquí —sonriendo, extendió sus perfectamente manicuradas manos—. Investigar a los Chaves. Averiguar todo lo que pueda sobre Bianca, Felipe y todos los que lo rodeaban. En vez de trabajar para ese terrible Chaves o como quiera que se llame, lo hará para nosotros.
Intrigada, Paula estuvo considerando la idea.
—Pero ya hemos revisado todos los documentos que encontramos…
—No con la mirada objetiva y académica de Pedro —señaló Coco. Palmeó el hombro de Pedro, al que ya había tomado cariño. Las cartas también le habían indicado que él y Paula se llevarían muy bien—. Estoy segura de que si se dedica a pensar en todo ello, descubrirá toda clase de teorías maravillosas.
—Es una buena idea —Susana volvió a la mesa—. ¿Qué te parece?
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