sábado, 27 de julio de 2019

CAPITULO 64 (CUARTA HISTORIA)




Una hora más tarde, cuando los niños dormían otra vez tranquilos, la tomó del brazo y la sacó a la terraza. Todo el miedo y la furia que había sentido desde que Jazmin había aparecido corriendo y gritando por el pasillo se manifestaron en ese momento.


—¿Qué diablos creías que hacías?


—Tenía que mantenerlo lejos de Jazmin—pensó que estaba calmada, pero las manos empezaron a temblarle—. De pronto tuve una idea sobre las esmeraldas. Fue muy sencilla. Y las encontré. Y entonces apareció él… y Jazmin. Tenía un arma y, Dios, Dios, pensé que iba a matar a mi pequeña.


—De acuerdo, de acuerdo —musitó Pedro. Ella se aferró a él con la cara empañada por las lágrimas que no quiso contener—. Los niños están bien, Paula. Nadie va a hacerles daño. Ni a ti.


—No sabía qué otra cosa hacer. No intentaba ser valiente o estúpida.


—Fuiste ambas cosas. Te amo —le enmarcó la cara entre las manos y la besó—. ¿Te ha hecho daño?


—No —se secó los ojos—. Me persiguió hasta la torre y entonces… se quebró. Ya viste cómo se encontraba cuando entraste.


—Sí —a medio metro de ella, con una pistola en la mano. Pedro cerró los dedos sobre los hombros de Paula—. No vuelvas a asustarme de esta manera.


—Trato hecho —frotó la mejilla de él contra la suya—. Se ha terminado, ¿verdad?


Le dio un beso en la coronilla.


—No ha hecho más que empezar.



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