domingo, 4 de agosto de 2019

CAPITULO 24 (QUINTA HISTORIA)




—¿Y por qué tengo que ponerme corbata? —dijo Kevin, mientras Paula trataba de hacerle el nudo. Estaba helada desde su conversación con tía Carolina.


—Porque es una cena especial y tienes que estar muy guapo.


—Las corbatas son una tontería. Seguro que Alex no tiene que ponérsela.


—No sé qué va a ponerse Alex —dijo Paula, a quien se le agotaba la paciencia —, pero tú tienes que hacer lo que te digo.


—Preferiría comer una pizza.


—Pues no hay pizza. ¡Maldita sea, Kevin, estate quieto!


—Me haces daño.


—Si no te movieras… —dijo Paula y se quitó el pelo de la cara de un soplido—. Ya está, estás muy guapo.


—Parezco un niño tonto.


—Muy bien, pareces un tonto. Ahora ponte los zapatos.


Kevin frunció el ceño.


—No me gustan estos zapatos. Quiero llevar mis botas.


Paula, exasperada, se puso en cuclillas y miró a su hijo a los ojos.


—Jovencito, vas a ponerte esos zapatos y no me vas a levantar la voz, ¿me has oído?


Paula salió de la habitación de Kevin y se dirigió a la suya, que estaba enfrente.


Sacó el cepillo de un cajón y empezó a peinarse. 


Tampoco ella quería bajar a la maldita cena. La aspirina que se había tomado una hora antes para calmar el dolor de cabeza no le había hecho efecto. Pero tenía que exhibir su mejor sonrisa y bajar a cenar, fingir que no estaba preocupada por lo que pudiera hacer Bruno Dumont.


Pero, tal vez, Carolina estaba equivocada, pensó. Después de todo, habían pasado casi diez años. ¿Por qué iba Bruno a molestarla después de tanto tiempo?


Porque quería llegar a senador de los Estados Unidos. Cerró los ojos. Lo había leído en el periódico. Bruno había comenzado su campaña para el cargo y un hijo ilegítimo, aunque nunca reconocido, no encajaba con la idea de hombre honesto que quería dar al electorado.


—Mamá.


Vio el reflejo de Kevin en el espejo. Se había puesto los zapatos y tenía la cabeza agachada. Paula se sintió culpable.


—Dime.


—¿Por qué estás enfadada?


—No estoy enfadada —dijo Paula, y se sentó al borde de la cama—. Solo me duele un poco la cabeza. Oye, estás guapísimo —dijo, dándole un beso en la frente—. Vamos a bajar. Seguro que Alex y Jazmin han llegado ya.



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