viernes, 31 de mayo de 2019

CAPITULO 33 (PRIMERA HISTORIA)




La casa desapareció en un giro del camino, para luego abarcar prácticamente todo el campo de visión. Mientras la contemplaban oyeron el
sonido del mar. Las luces encendidas brillaban contra el gris apagado de la piedra. Una sombra esbelta se movió por delante de la ventana de la torre y se quedó quieta un instante antes de desaparecer.


—Han vuelto —dijo Lila por el hueco de la escalera.


Cuatro mujeres corrieron a asomarse por las ventanas.


—No deberíamos espiarlos —murmuró Susana, pero apartó un poco más la cortina.


—No lo hacemos —Amelia forzó la vista—. Solo comprobamos, eso es todo. ¿Veis algo?


—Siguen en el coche —se quejó Coco—. ¿Cómo se supone que vamos a ver lo que pasa si permanecen sentados en el coche?


—Podemos usar la imaginación —Lila se apartó el pelo de la cara—. Si ese hombre no le suplica que se vaya con él a Boston, entonces es que es un idiota de verdad.


—¿A Boston? —alarmada, Susana la miró—. No pensarás que se va a ir a Boston, ¿verdad?


—Se iría a Ucrania si él tuviera el sentido común de pedírselo —comentó Amelia—. Mirad, ya salen.


—Quizá si abriéramos un poco una ventana, podríamos oír…


—Tía Coco, eso es ridículo —Lila chasqueó la lengua.


—Tienes razón, por supuesto —el rubor bañó las mejillas de Coco.


—Claro que la tengo. Si lo intentáramos, oirían el crujido de la ventana —con una sonrisa, pegó la cara al cristal—. Tendremos que leerles los labios.




No hay comentarios:

Publicar un comentario