jueves, 27 de junio de 2019
CAPITULO 39 (TERCERA HISTORIA)
Pedro lo estudió un momento, después echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Aquí no tengo forma de ganar, creo que por fin lo he comprendido.
—Ese es el primer paso —Teo se movió en la silla—. Y ya que tenemos un minuto a solas, sin compañía de las damas, creo que deberíais saber que por fin he recibido un informe sobre Hawkins. Jasper Hawkins, ladrón, salido de Miami. Se sabe que es socio de nuestro viejo amigo Livingston.
—Bueno, bueno —murmuró Samuel, apagando su cigarro.
—Empieza a parecer que Livingston y Caufield son la misma persona.Todavía no se sabe nada del yate.
—He estado pensado en eso —intervino Pedro—. Es posible que hayan intentado ocultar su rastro. Incluso aunque crean que estoy muerto, imaginarán que el cadáver habrá aparecido en la playa y habrá sido identificado.
—Así que quizá hayan abandonado el yate.
—O quizá hayan cambiado de embarcación —Pedro extendió las manos—. Pero no van a renunciar, de eso estoy convencido. Caufield, o quien quiera que sea, está obsesionado con las esmeraldas. Ha podido cambiar de tácticas, pero no va a renunciar.
—Tampoco nosotros —murmuró Teo. Los tres hombres intercambiaron miradas—. Si las esmeraldas están en la casa, las encontraremos. Y si ese canalla… —se interrumpió al ver que su esposa cruzaba a toda velocidad las puertas de la terraza—. Catalina —se levantó rápidamente y fijó en ella la mirada —. ¿Qué ocurre? ¿Qué estás haciendo en casa?
—Nada, no pasa nada —riendo, abrazó a su esposo—. Te quiero.
—Yo también te quiero —pero se apartó ligeramente para estudiar su rostro. Catalina tenía las mejillas sonrojadas y los ojos húmedos y brillantes—. Bueno, esto tiene que ser una buena noticia —le apartó el pelo de la cara, acariciándole suavemente la mejilla al hacerlo. Sabía que su esposa no se había encontrado demasiado bien durante la última semana.
—Una noticia inmejorable —Catalina miró a Samuel y a Pedro—. Perdonadnos un momento.
Agarró a Teo de la mano y lo condujo hacia su dormitorio, donde podría hablar con él en privado. Todavía no habían llegado cuando decidió darle la noticia.
—Oh, no puedo esperar. Creo que he rebasado todos los límites de velocidad mientras venía a casa después de haberme hecho el análisis.
—¿Qué análisis? ¿Estás enferma?
—Estoy embarazada —soltó la respiración y miró su rostro.
En el semblante de Teo había preocupación, sorpresa y admiración.
—¿Tú… estás embarazada? —miró boquiabierto el vientre plano de su esposa
y elevó nuevamente la mirada hacia su rostro—. ¿Un bebé? ¿Vamos a tener un bebé?
Mientras Catalina asentía, Teo la levantó en brazos y giró con ella.
—¿Qué demonios les pasa? —preguntó Samuel.
—Hombres —detrás de Pedro, Paula salió de la otra habitación—. Sois todos tan estúpidos —con un suspiro, posó la mano en el hombro de Pedro y miró a su hermana y a Teo con los ojos humedecidos por las lágrimas—. Vamos a tener un bebé, bobos.
—Maldita sea —después de soltar un grito de alegría, Samuel corrió hasta ellos, le palmeó la espalda a Teo y besó a Catalina.
Al oír un sollozo tras él, Pedro se levantó.
—¿Estás bien?
—Claro —se secó una lágrima, pero escapó otra de sus ojos—. Es mi hermana pequeña —sollozó otra vez y soltó una carcajada llorosa cuando Pedro le ofreció su pañuelo—. Gracias —se frotó los ojos, se sonó la nariz y suspiró—. Voy a quedármelo un rato, ¿de acuerdo? Creo que todos vamos a llorar a raudales cuando bajemos a anunciarle la noticia al resto de mi familia.
—Sí, claro —inseguro de sí mismo, se metió las manos en los bolsillos.
—Bajemos a ver si hay champán en el congelador.
—Bueno, creo que yo debería quedarme aquí.
Sacudiendo la cabeza, Paula le tomó la mano con firmeza.
—No seas tonto. Te guste o no, profesor, formas parte de la familia.
Pedro se dejó llevar y descubrió que le gustaba.
Que de hecho, le gustaba un montón.
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