lunes, 3 de junio de 2019

CAPITULO 5 (SEGUNDA HISTORIA)




«Es muy bonita» , se dijo Pedro mientras esperaba a que terminara con su perorata. Era alta y delgada. Pero no demasiado delgada: con voluptuosas curvas en los lugares adecuados. 


Daba la impresión de tener una energía inagotable. Le gustaba su barbilla saliente, indicio de tenacidad. Su melena de color castaño se agitaba a cada movimiento que hacía con la cabeza, con verdadera furia.


Tenía unos enormes ojos azules. Y aquella boca fresca, de aspecto tan sabroso…


—¿Ya ha terminado? —le preguntó cuando Paula se había interrumpido para tomar aliento.


—No, y si no se marcha ahora mismo, le echaré al perro.


Dándose por aludido, Fred saltó de sus brazos y emitió un gruñido.


—Parece muy fiero —comentó Pedro, y se agachó para acercarle suavemente el dorso de una mano. Fred se la olfateó, y al instante empezó a mover alegremente el rabo mientras se dejaba rascar las orejas—. Vaya, qué ferocidad…


—Muy bien —dijo Paula, con las manos en las caderas—. Pues entonces iré por la escopeta.


Pero antes de que pudiera buscar aquel arma imaginaria, Coco bajó las escaleras.


—¿Quién es, Paula?


—Un cadáver.


—¿Cómo? —se acercó a la puerta. En el preciso instante en que vio a Pedrosufrió un ataque de coquetería y se quitó como un rayo el delantal—. Hola — esbozó una radiante sonrisa mientras le tendía la mano—. Soy Cordelia McPike.


—Es un verdadero placer, señora —Pedro se llevó su mano a los labios—. Precisamente le estaba diciendo a su hermana que…


—Oh, no —Coco soltó una carcajada de puro deleite—. Paula no es mi hermana. Es mi sobrina. La tercera hija de mi hermano mayor… que era bastante mayor que yo.


—Perdón.


—Tía Coco, este tipo me tiró al suelo en la puerta de la boutique, y luego me siguió hasta casa. Solo quiere meterse aquí por lo del collar.


—Pau, por favor, esos modales…


—Tiene parte de razón, señora McPike —pronunció Pedro—. Su sobrina y yo tuvimos un… encontronazo en la calle. Supongo que no pude evitar apartarme a tiempo de su camino. Y también estoy interesado en ver la casa, eso no puedo negarlo.


—Entiendo —dividida entre la esperanza y las dudas, Coco suspiró—. Lo lamento terriblemente, pero me temo que no me va a ser posible enseñarle la entrada. Estamos muy ocupadas con la boda y…


Pedro se volvió para mirar a Paula.


—¿Se va a casar?


—Yo no, mi hermana —respondió, tensa—. Pero eso no es asunto suyo. Y ahora, si nos disculpa…


—Oh, no es mi intención molestarlas, así que seguiré mi camino. Si son ustedes tan amables de decirle a Teo que Alfonso se ha pasado por aquí, les estaría muy agradecido.


—¿Alfonso? —repitió Coco, juntando las manos—. Dios mío, ¿es usted el señor Alfonso ? Por favor, entre. Oh, perdóneme…


—Tía Coco…


—Es el señor Alfonso, Paula.


—Ya me doy cuenta. ¿Pero por qué diablos acabas de dejarlo entrar?


—El señor Alfonso —continuó Coco—. El mismo del que nos habló Teo esta mañana, avisándonos de que venía. ¿No te acuerdas…? Claro que no te acuerdas, como que no te lo dije —se llevó las manos a las mejillas—. Ay, estoy tan avergonzada de haberlo tenido tanto tiempo esperando en la puerta…


—Oh, no se preocupe —le dijo Pedro a Coco—. Es un error comprensible.


—Tía Coco —Paula no se apartó de la puerta, todavía dispuesta a echar a trompicones a aquel intruso—. ¿Quién es Alfonso y por qué Teo te dijo que esperaba que viniera?


—El señor Alfonso es el arquitecto —explicó Coco, radiante.


Entornando los párpados, Paula lo miró de los pies a la cabeza: desde las puntas de sus polvorientas botas hasta su pelo despeinado.


—¿Es arquitecto?


—Es nuestro arquitecto. El señor Alfonso se va a hacer cargo de las reformas de todo el edificio: tanto del nuevo hospedaje como de nuestras viviendas. Trabajaremos mano a mano con él.


—Llámeme Pedro, por favor.


—Trabajaremos con Pedro… —Coco batió graciosamente las pestañas— … durante algún tiempo.


—Fantástico —repuso Paula, cerrando de un portazo.


Con los pulgares enganchados en las trabillas de sus vaqueros, Pedro le lanzó una lenta sonrisa.


—Eso es exactamente lo que pienso yo.




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