domingo, 28 de julio de 2019

CAPITULO 2 (QUINTA HISTORIA)




En el aeropuerto, otro niño no paraba de imaginar aventuras. Le daba la impresión de que llevaba horas esperando a su hermano. Su madre le tomaba de la mano y él tomaba de la mano a su hermana Jazmin, porque, su madre le decía que era el mayor y tenía que cuidar de ella.


Su madre, además, sostenía al bebé en brazos, a su nuevo hermano. Alex estaba impaciente.


—¿Por qué tardan tanto?


—Porque se tarda mucho en salir del avión y llegar hasta la puerta.


—¿Por qué la llaman puerta si no es una puerta? —dijo Jazmin.


—Creo que antes sí había puertas, así que las siguen llamando así.


Era la mejor explicación que se le ocurrió a Susana, después de lidiar durante media hora con tres niños impacientes.


El bebé hizo una mueca y sonrió.


—¡Mira, mamá! ¡Míralos! —exclamó Alex y salió corriendo hacia Kevin.


Su hermana Jazmin fue detrás de él, y entre los dos atropellaron a unos cuantos pasajeros. 


Susana puso gesto de disculpa y saludó a Paula con la mano.


—¡Hola! —dijo Alex, que, siguiendo las instrucciones de su madre, tomó el equipaje de Kevin—. Tengo que llevar tu maleta porque vais a venir a nuestra casa.


Lo molestó ver que, aunque su madre le decía a menudo que estaba muy alto para su edad, Kevin fuera todavía más alto.


—¿Todavía tienes el fuerte?


—Sí, en la casa grande. Y tengo uno nuevo en el chalé. Nosotros vivimos en el chalé.


—Con papá —intervino Jazmin—. Tenemos nombres nuevos y todo. Puede arreglar todo lo que está roto y me ha hecho mi habitación.


—Tiene cortinas rosas —dijo Alex con un gesto de burla.


Sabiendo que había peligro de discusión, Susana separó a sus hijos.


—¿Qué tal el viaje? —dijo, se inclinó para besar a Kevin y luego besó a Paula.


—Muy bien, gracias.


Paula seguía sin saber cómo responder al amable afecto de Susana. Le dieron ganas de gritar: «Me acosté con tu marido, ¿entiendes? Puede que entonces no fuera tu marido todavía y que yo no supiera que estaba comprometido contigo, pero los hechos son los hechos». Pero, en vez de eso, dijo:
—Aunque con algún retraso. Espero que no hayáis tenido que esperar mucho.


—Horas —dijo Alex.


—Media hora —lo corrigió Susana, riendo—. ¿No traéis más equipaje?


—Lo he mandado en un vuelo de carga. Por ahora no hay más que esto —dijo Paula dando unos golpecitos en su bolsa de viaje e, incapaz de resistirlo, tuvo que mirar al bebé de brillantes ojos que se agitaba en brazos de Susana. Era rosado y suave, con los ojos azules oscuros de los bebés y el pelo, escaso, brillante y negro, y frotaba un puño cerrado contra la nariz.


—Oh, qué guapo es.


—Tiene tres semanas —dijo Alex, dándose importancia—. Se llama Christian.


—Era el nombre de mi bisabuelo —dijo Jazmin—. Y también tenemos primos nuevos. Bianca, Cordelia, aunque la llamamos Delia, y Elias.


—Todo el mundo tiene niños —dijo Alex con un gesto de autosuficiencia.


—Es guapo —dijo Kevin después de un largo examen del bebé—. ¿También es mi hermano?


—Claro —dijo Susana, adelantándose a la respuesta de Paula—. Me temo que ahora vas a tener una familia muy grande.


Kevin la miró con timidez y tocó la manita del bebé.


—No me importa.


Susana miró a Paula sonriendo.


—¿Quieres sostenerlo? —le dijo, refiriéndose al niño.


—Me encantaría —dijo Paula y tomó a Christian, mientras Susana sostenía su bolsa de viaje—. Dios mío, qué fácil es olvidar lo preciosos que son y lo bien que huelen. Y tú —dijo mirando a Susana según abandonaban la terminal del aeropuerto —, ¿cómo tienes tan buen aspecto si solo han pasado tres semanas del parto?


—Oh, gracias, pero yo creo que estoy hecha un asco. ¡Alex, no corras!


—¡Ni tú, Kevin! ¿Cómo se ha tomado Samuel lo de ser padre? Cuánto sentí no poder venir cuando Amelia dio a luz, pero estaba vendiendo la casa y preparando el traslado y me era imposible.


—No te preocupes, es normal. Samuel es un padre estupendo. Les ha hecho una habitación de juegos a los niños, con columpios y muebles de plástico. La tienen llena de juguetes. Delia y Bianca se pasan las horas allí y, cuando Catalina y Teo vienen a la ciudad, Elias también está allí.


—Es maravilloso que crezcan juntos —dijo Paula mirando a Kevin, Alex y Jazmin, pensando en ellos y en los otros niños.


Susana la comprendía muy bien.


—Sí, así es. Me alegro de que estés aquí, Paula. Es como tener otra hermana — dijo y observó que Paula cerraba los ojos, casi con pesadumbre, de modo que cambió de tema—. Qué alivio que a partir de ahora lleves tú la contabilidad.


—Estoy deseando empezar a trabajar.


Susana se detuvo junto a una pequeña furgoneta y la abrió.


—Adentro —le dijo a los niños y puso a Christian, que seguía en brazos de Paula, en su asiento—. Espero que sigas diciendo lo mismo después de revisar los libros, me temo que Hernan es un administrador desastroso, y Paula…


—Ah, es verdad, Hernan tiene un compañero. ¿Qué me dijo Samuel, que es un viejo amigo?


—Hernan y Pedro crecieron juntos en la isla. Pedro volvió hace unos meses. Estaba en la marina mercante. Bueno, ya está, cariño —dijo Susana, besó al niño y miró de reojo al resto, para asegurarse de que se habían puesto el cinturón de seguridad. Cerró la puerta lateral de la furgoneta y se sentó al volante.


—Es todo un personaje —concluyó dirigiéndose a Paula—. Te va a encantar.




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