martes, 16 de julio de 2019

CAPITULO 28 (CUARTA HISTORIA)




Llevaba el pelo suelto, con una gorra azul que le daba aspecto de tener dieciséis años. De pronto Pedro se sintió tonto e incómodo como un adolescente al solicitar su primera cita.


—¿Sigues necesitando ayuda a tiempo parcial?


—Sí —comenzó a cortar begonias—. Todos los chicos del instituto tienen trabajo para el verano.


—Yo puedo darte unas cuatro horas al día.


—¿Qué?


—Quizá cinco —continuó mientras ella lo miraba—. He de realizar un par de trabajos de reparación, pero puedo estipular mi propio horario.


—¿Quieres trabajar para mí?


—Siempre y cuando solo tenga que cargar y plantar cosas. No pienso vender flores.


—No puedes hablar en serio.


—Claro que sí. No las venderé.


—No, me refiero a eso de trabajar para mí. Ya has puesto tu propio negocio, y yo no puedo permitirme el lujo de pagar más que el salario mínimo.


—No quiero tu dinero.


—Ahora sí que no sé que pensar —se apartó el pelo de los ojos.


—Mira, pensé que podríamos hacer un intercambio. Yo te ayudaré con el trabajo más pesado, y tú puedes arreglar un poco mi jardín.


—¿Quieres que arregle tu jardín? —sonrió.


—No quiero que te vuelvas loca ni nada parecido —las mujeres siempre complicaban las cosas—. Un par de arbustos más, eso es todo. Y bien, ¿quieres que cerremos un trato o no?


La sonrisa de ella se transformó en una carcajada.


—Uno de los vecinos de los Anderson admiró nuestro trabajo en equipo. Empiezo mañana con ellos —extendió la mano—. Ven a las seis.


—¿De la mañana? —preguntó con una mueca.


—Exacto. Y ahora, ¿qué te parece si comes con nosotros?


—Perfecto —le estrechó la mano—. Invitas tú.




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