lunes, 5 de agosto de 2019

CAPITULO 27 (QUINTA HISTORIA)




—Sigue igual que siempre —dijo Lila, sentada en una mecedora mientras daba de mamar a Bianca. El silencio reinaba en la casa, que tenía las luces apagadas.


Estaba en el dormitorio de los niños. Paula estaba a su lado, le parecía la mejor manera de escapar de Pedro.



—Es… —dijo Paula, buscando una frase diplomática— toda una dama.


—Es una vieja quisquillosa —dijo Lila—. Pero la quiero.


Amelia, desde otra mecedora, suspiró.


—En cuanto se entere de la existencia del libro de Felipe —dijo—, no te va a dejar en paz.


—Te va a acosar —dijo Catalina, que acunaba a Elias.


—Te va a perseguir —concluyó Susana, cambiando los pañales de su hijo.


—Suena prometedor.


—No te preocupes —dijo Susana—. Estamos contigo.


—Estamos contigo —dijo Lila—, pero no te va a dejar en paz.


—En cuanto al libro… —dijo Paula—. He hecho copias de algunas páginas porque he pensado que podrían interesaros. Hizo muchas anotaciones sobre negocios, asuntos personales, compras. También hace inventario de las joyas de Bianca, supongo que para el seguro.


—¿Las esmeraldas? —dijo Amelia—. Y pensar en las horas que nos pasamos hojeando papeles, tratando de encontrar una prueba de que existían.


—También hay otras piezas, valoradas en cientos de miles de dólares, de 1913.


—Lo vendió casi todo —murmuró Catalina—. Hemos encontrado los documentos de venta. Se deshizo de todo lo que pertenecía a Bianca.


—Todavía duele —dijo Lila—. No el dinero, aunque Dios sabe que lo habríamos usado bien. Lo que me molesta es haber perdido todo lo que le pertenecía, y que no podremos legarle a nuestros hijos.


—Lo siento.


—No te preocupes —dijo Amelia, levantándose para dejar a Delia en su cuna—. Somos demasiado sentimentales. Supongo que todos nos sentimos muy cerca de Bianca.


—Te comprendo —dijo Paula, aunque le parecía extraño admitirlo—. Yo también lo siento. Supongo que ha sido por ver referencias a ella en el libro y su retrato en el vestíbulo —dijo, y sonrió, algo confusa—. Algunas veces, de noche, da la sensación de que está aquí.


—Por supuesto —dijo Lila—, porque está aquí.


—Perdónenme, señoras —dijo Pedro, entrando en la habitación. Parecía cómodo entre niños y madres.


Lila sonrió lentamente.


—Hola, guapo. ¿Qué te trae por aquí?


—He venido a buscar a mi chica —dijo y se acercó a Paula, tomándola del brazo.


—¿Cómo que tu chica?


—Hemos quedado para ir a dar un paseo.


—Yo no he dicho que…


—Hace una noche fantástica —dijo Susana, acunando a su hijo.


—Tengo que llevar a Kevin a la cama.


—Yo lo he llevado ya —dijo Pedro llevándosela.


—¿Que has llevado a Kevin a la cama?


—Se había quedado dormido en mis rodillas, así que me pareció lo normal. Ah, Susana, Hernan dice que podéis iros cuando quieras.


—Ahora voy —dijo Susana, pero esperó a que Paula y Pedro salieran para dirigirse a sus hermanas—. ¿Qué os parece?


Amelia sonrió.


—Creo que funciona a la perfección —dijo.


—Estoy de acuerdo —dijo Catalina dejando a Elias en su cuna—. Creía que Lila había perdido la cabeza cuando se le ocurrió unir a esos dos.


Lila bostezó.


—Nunca me equivoco —dijo y sonrió—. Apuesto a que podemos verlos desde la ventana.


—¿Espiarlos? —dijo Amelia—. Buena idea.



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