martes, 13 de agosto de 2019

CAPITULO 54 (QUINTA HISTORIA)



Pedro le dolía todo el cuerpo en el camino de descenso, pero la ascensión había merecido la pena. Todo merecía la pena por ver el rostro de alegría de Paula.


—¡Kevin! —exclamó esta corriendo hacia ellos.


—Adelante —murmuró Pedro, dirigiéndose al niño—, quiere abrazarte a ti antes.


Kevin dejó las cosas en el suelo y corrió hacia su madre.


—Oh, Kevin —dijo Paula arrodillándose y abrazando y besando a su hijo, sin poder evitar las lágrimas.


—¿Dónde estaba? —le preguntó Teo a Pedro en voz baja.


—En los acantilados.


—Santo Dios —dijo Catalina—. ¿Ha dormido allí?


—No sé, pero tuve la corazonada de que estaba allí.


—¿Una corazonada? —dijo Teo, intercambiando una mirada con su esposa—. Recuérdame que te cuente cómo encontré a Fred cuando era pequeño.


Max le dio a Pedro una palmada en el hombro.


—Voy a llamar a la policía para decirles que lo hemos encontrado.


—Tendrá hambre —dijo Coco, enjugando las lágrimas y apretándose contra El Holandés—. Voy a preparar algo.


—Pero mujer, deja que su madre se ocupe de él —dijo El Holandés, disimulando su emoción con aquel comentario—. Mujeres, siempre tienen que estar metiéndose en todo.


—Vamos dentro —dijo Susana, dirigiéndose a sus hijos.


—Pero yo quiero preguntarle si ha visto los fantasmas —dijo Alex.


—Luego —dijo Hernan, cargando a su hijo sobre los hombros.


Con un suspiro, Paula acarició el rostro de su pequeño.


—¿Estás bien? ¿No te has hecho nada?


—No, estoy bien.


—No vuelvas a hacer algo así —dijo Paula con firmeza. Pedro se sorprendió del cambio de humor de su madre—. Nos tenías muy preocupados. Llevamos horas buscándote y hemos tenido que llamar a la policía.


—Lo siento —dijo Kevin, y se sintió más culpable al saber que habían llamado a la policía.


—No basta con pedir perdón, Kevin Michael Chaves.


Kevin agachó la mirada. Cuando su madre lo llamaba así, era que había muchos problemas.


—No volveré a hacerlo, te lo prometo.


—Esta vez no tienes excusa, ¿adónde ibas? ¿Cómo voy a confiar en ti? Y ahora… Oh, tenía mucho miedo, mi niño. Te quiero mucho. ¿Adónde ibas?


—No lo sé. A casa de la abuela.


—¿A casa de la abuela? —dijo Paula, suspirando—. ¿No te gusta vivir aquí?


—Me gusta mucho.


—¿Y por qué querías irte? ¿Te has enfadado conmigo?


Kevin negó con la cabeza y agachó la mirada.


—Yo creía que Pedro y tú estabais enfadados conmigo porque le han pegado. Pero Pedro dice que no es por mi culpa y que no estás enfadada. Dice que él no importa. No estás enfadada conmigo, ¿verdad?


Paula miró a Pedro horrorizada, luego volvió a estrechar a Kevin entre sus brazos.


—Oh, no, mi amor, claro que no —dijo y miró a Kevin, tomando su rostro entre las manos—. ¿Te acuerdas de cuando te dije que algunas veces las personas no pueden estar juntas? Pues algunas veces, no es bueno que estén juntas. Eso es lo que pasa entre… entre Bruno y yo —no podía referirse a él como padre del niño.


—Pero fue un accidente —dijo Kevin.


—Oh, no —dijo Paula, besándolo en las mejillas—. Un accidente es algo que no quieres que ocurra, pero tú fuiste un regalo. El mejor que me han hecho nunca. Bueno, vamos a lavarte —dijo, y se puso de pie, tomando la mano de su hijo, y miró a Pedro—. Gracias.




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