sábado, 1 de junio de 2019

CAPITULO 36 (PRIMERA HISTORIA)





Hector terminó de pulir el guardabarros del Mustang del 69 y luego se apartó para admirar su obra.


—Va quedando muy bien —le dijo a Paula.


Ella giró el cuello, pero tenía las manos llenas con las pastillas de frenos que cambiaba encima de su cabeza.


—Será una preciosidad. Me alegra que nos hayan encargado restaurarlo.


—¿Quieres que me ponga con el encendido?


Paula maldijo cuando por la mejilla le cayó un poco de líquido de frenos.


—No. Me has dicho tres veces que esta noche tenías una cita. Ve a lavarte y lárgate.


—Gracias —se puso a guardar las herramientas—. ¿Habéis encontrado ya otra casa?


—No —soslayó la contracción que sintió en el estómago y se concentró en lo que hacía—. Mañana vamos a ir a buscar.


—No será lo mismo no tener a las Chaves en Las Torres. Aunque los periódicos no paran de hablar del collar.


—Ya se calmarán —al menos eso esperaba.


—Supongo que si lo encontráis, seréis millonarias. Podríais retiraros a Florida.


A pesar de su estado de ánimo, no pudo evitar reír entre dientes.


—Bueno, pues todavía no lo hemos encontrado —« solo el recibo» , pensó, que Lila había encontrado durante su único turno, en el almacén—. Florida puede esperar. Los frenos no.


—Creo que me voy. ¿Quieres que cierre la oficina?


—Adelante. Que te diviertas.


Se marchó silbando y Paula paró un momento para darle un descanso a los brazos y el cuello. 


Deseó haber podido retener a Hector un rato más, por compañía, distracción. Aunque no paraba de hablar de la casa y del collar, la ayudaba a mantener la mente ocupada.


No importaba lo alta que pusiera la radio, en cuanto se quedaba sola, había demasiado silencio.


En cualquier momento tendrían noticias del abogado. Se dijo que quizá la tía Coco había recibido una llamada de Stridley aquella tarde, para informarla de que los contratos se habían firmado y quedaba establecida una fecha para el acuerdo.


Se preguntó si Pedro se presentaría al acuerdo. «No, claro que no» . Enviaría a un representante, y eso sería lo mejor.


Además, tenía mucho que hacer para preocuparse de eso. Buscar una casa, repasar los periódicos viejos en busca de una pista sobre el paradero de las esmeraldas, el Mustang clásico que pensaba devolver a su estado de perfección.


Apenas tenía un momento para respirar, mucho menos para rumiar si vería a Pedro.


Si al menos dejara de dolerle, aunque solo fuera por unos minutos.


«Mejorará» , se dijo al concentrarse otra vez en los frenos. Debía mejorar.


Después de que hubieran encontrado una casa nueva. Después de que se apagaran los rumores sobre el collar. Todo regresaría a la normalidad, o a lo que ella tendría que aceptar como normal. Si el dolor no desaparecía nunca por completo, entonces debería aprender a vivir con él.


Tenía a su familia. Juntos, podían enfrentarse a todo.



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