martes, 18 de junio de 2019
CAPITULO 7 (TERCERA HISTORIA)
—Pobre hombre.
Coco, espléndida con una vaporosa capa violeta, se acercó a la cama.
Mantenía la voz baja y observaba con mirada de águila mientras Paula vendaba una herida superficial en la sien de su paciente, que continuaba inconsciente.
—¿Qué diablos puede haberle ocurrido?
—Tendremos que esperar para preguntárselo —con dedos delicados, Paula examinó el pálido rostro de Pedro.
Debía de tener unos treinta años, imaginó. No estaba moreno, a pesar de que estaban y a a mediados de junio. Era un tipo de puertas adentro, decidió, a pesar de que tenía unos músculos bastante fuertes. Su cuerpo estaba a tono, aunque era un tanto larguirucho… Y su peso le había dado más de un problema cuando había intentado arrastrarlo hasta el coche. Su rostro era delgado y un poco alargado también.
Era un intelectual, pensó. La boca era cautivadora. Bastante poética, al igual que su palidez. Aunque en aquel momento tenía los ojos cerrados, sabía que eran azules. Su pelo, y a casi seco, estaba lleno de arena. Lo tenía largo y espeso.
Y oscuro y liso, como sus pestañas.
—He llamado al médico —anunció Amelia mientras entraba corriendo al dormitorio. Tamborileó con los dedos los pies de la cama y frunció el ceño mientras miraba al paciente—. Dice que deberíamos llevarlo a urgencias.
Paula alzó la mirada mientras un relámpago iluminaba la casa y la lluvia azotaba las ventanas.
—No quiero sacarlo a menos que sea necesario.
—Creo que Paula tiene razón —Susana permanecía de pie al otro lado de la cama—. Y también creo que deberías darte un baño caliente y acostarte.
—Pero si estoy bien.
En ese momento, estaba envuelta en una bata y caldeada por una generosa dosis de brandy. En cualquier caso, se sentía demasiado responsable del hombre al que acababa de salvar como para apartarse de su lado.
—Lo que estás es completamente loca —Catalina masajeó el cuello de su hermana mientras la regañaba—. Mira que meterte en el mar en medio de una tormenta.
—Sí, supongo que debería haber dejado que se ahogara —Paula palmeó la mano de Catalina—. ¿Dónde está Teo?
Catalina suspiró mientras pensaba en su marido.
—Él y Samuel están asegurándose de que la zona en obras está bien protegida. Está lloviendo mucho y les preocupan los daños que pudiera haber causado el agua.
— Creo que deberíamos hacer una sopa —el instinto maternal de Coco se puso en acción mientras volvía a estudiar a su paciente—. Es lo que va a necesitar en cuanto se despierte.
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