miércoles, 5 de junio de 2019
CAPITULO 11 (SEGUNDA HISTORIA)
Ya era bastante malo que hubiera tenido que quedarse a trabajar hasta tarde, pero tener que aguantar uno de los habituales sermones del señor Stenerson sobre la eficiencia era y a demasiado. Como director del hotel Bay Watch, Stenerson era tan exigente como maniático y cargante con sus empleados. Su método preferido de supervisión era delegar. De esa manera siempre podía echar la culpa a alguien cuando las cosas salían mal, y llevarse el mérito cuando resultaban bien.
En su despacho decorado en tonos pastel, Paula escuchaba pacientemente la lista de quejas de aquella semana.
—El servicio de limpieza se ha retrasado veinte minutos. Desde mi puesto de vigilancia en el tercer piso, descubrí este envoltorio de celofán bajo la cama de la 302 —levantó la mano y agitó el plástico como si fuera una bandera—. Espero que lleve más cuidado, señorita Chaves.
—Sí, señor. Hablaré personalmente con el servicio de limpieza.
—Será mejor que lo haga —tomó su cuaderno, del que nunca se separaba—. La velocidad del servicio de habitaciones ha bajado en un ocho por ciento. A este ritmo, cuando lleguemos al pico de temporada habrá descendido en un veinte.
Al contrario que Stenerson, Paula había trabajado tiempo extra en la cocina durante las horas del desayuno y la comida.
—Quizá si contratáramos a un camarero o dos más… —empezó a decir.
—La solución no estriba en ampliar la plantilla, sino en mejorar la eficiencia de la que tenemos —tamborileó con los dedos en su cuaderno—. Espero que para la semana que viene el servicio de habitaciones rinda al máximo de su
capacidad.
—Sí, señor.
—Espero también que esté dispuesta a arremangarse la camisa y trabajar en lo que sea y cuando sea necesario, señorita Chaves —entrelazó sus blancas y finas manos y se inclinó hacia delante. Antes de que volviera a abrir la boca, Paula y a sabía lo que iba a seguir—: Hace veinte años yo trabajaba de camarero en este hotel, y solo a fuerza de pura determinación fue como alcancé la posición que ostento hoy. Si usted espera tener el mismo éxito, quizá incluso ocupar mi puesto cuando me jubile, deberá vivir por y para Bay Watch. Recuerde que la eficiencia de la plantilla es siempre un reflejo de la de cada empleado, señorita Chaves.
—Sí, señor —ansiaba decirle que al cabo de un año ella tendría su propia plantilla y su propio despacho, y que con mucho gusto mandaría aquel empleo al diablo. Pero no se lo dijo. Hasta que llegara su momento, necesitaba el puesto y la paga semanal—. Ahora mismo tengo una reunión con los trabajadores de la cocina.
—Bien, bien. Bueno, esta tarde la dejo a usted a cargo de todo. No quiero que se me moleste. Oh, y en cuanto a las reservas de agosto, quiero un informe. Ah, y hable con el chico de la piscina acerca de esas toallas desaparecidas. Este mes hemos perdido cinco.
—Sí, señor, ¿algo más? —«¿quiere que le abrillante los zapatos, que le lave el coche?» , se burló para sus adentros.
—No. Eso es todo.
Paula abrió la puerta y se esforzó por ponerse su habitual máscara de fría e imperturbable profesionalidad. En aquel instante tenía unas inmensas ganas de tirar cosas al suelo y darse de cabezazos contra la pared. Pero antes de que tuviera oportunidad de retirarse a un lugar discreto y privado para hacerlo, la llamaron a recepción.
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