jueves, 6 de junio de 2019

CAPITULO 17 (SEGUNDA HISTORIA)




Pedro se enteró del momento exacto en que Teo llegó a Las Torres. Incluso desde la biblioteca situada al final del largo pasillo pudo escuchar los alegres ladridos del perro y la alegre algarabía de los niños. Dejando a un lado su cuaderno, se levantó para saludar a su viejo amigo.


Teo no había logrado pasar del vestíbulo. Jazmin seguía agarrada a sus piernas mientras Fred corría en torno suyo. Alex saltaba y chillaba en un esfuerzo por llamar la atención mientras Coco, Susana y Lila lo acribillaban a preguntas. Solo Catalina permanecía en silencio, radiante de alegría, del brazo de su prometido. De repente, al oír un grito procedente de arriba, Pedro alzó la mirada y vio a Paula bajando las escaleras a la carrera. Tenía una expresión de gozo y felicidad que nunca antes le había visto. Abriéndose paso entre sus hermanas, se lanzó a abrazarlo.


—Si no hubieras venido hoy, habríamos tenido que enviar a un comando de mercenarios a buscarte —le dijo a Teo—. Faltaban ya cuatro días para la boda y tú aún seguías en Boston.


—Confiaba en ti para que te encargaras de todo.


—Pau ha hecho miles de listas —señaló Coco—. Es aterrador.


—¿Lo ves? —Teo le dio a Paula un rápido beso.


—¿Qué me has traído? ¿Qué me has traído? —preguntaba Jazmin.


—Hablando de mercenarios… —riendo, Susana levantó en brazos a su hija.


Pero cuando vio a Pedro en el pasillo, su sonrisa se borró de inmediato. Intentó decirse que era su imaginación la responsable de aquel cambio en su mirada siempre que la miraba. Tenía que serlo. ¿Qué otro motivo podía haber para que, aparentemente, lo disgustara siempre su presencia?


Pedro continuó observándola: una mujer alta y esbelta, con una melena de color rubio pálido recogido en una cola de caballo, rostro de una belleza clásica y unos ojos azules que rezumaban tristeza. Luego miró a Teo. Y volvió a sonreír.


—Detesto interrumpirte cuando te veo rodeado de tan bellas mujeres.


Pedro —le estrechó la mano, sin apartarse de Catalina Entre los numerosísimos socios y colegas que tenía, Pedro era el único al que consideraba un verdadero amigo—. ¿Ya estás trabajando?


—Empezando.


—Cualquiera diría que acabas de regresar de unas largas vacaciones en el trópico, en vez de haber pasado mes y medio trabajando en Budapest. Me alegro de verte.


—Lo mismo digo —Pedro lanzó un rápido guiño de complicidad a Catalina—. Me alegro de ver que finalmente has demostrado buen gusto.


—Me gusta —comentó Catalina.


—Como a la mayoría de las mujeres —apuntó Teo—. ¿Qué tal está tu familia?


De nuevo Pedro desvió la mirada hacia Susana.


—Bien.


—Creo que vosotros dos tenéis un montón de cosas que hablar —sintiéndose incómoda, Susana tomó a su hijo de la mano—. Nosotros saldremos a dar un paseo antes de cenar.


Paula esperó a que Coco se hubiera llevado a todo el mundo al salón antes de dirigirse a Pedro.


—Espera un momento.


—Espero, Chaves —sonrió.


—Quiero saber por qué has mirado así a Susana.


El brillo de humor abandonó sus ojos.


—¿Así cómo?


—Como si la detestaras.


—Tienes más imaginación de lo que creía.


—No es mi imaginación —desconcertada, sacudió la cabeza—. ¿Qué puedes tener tú en contra de Susana? Es la persona más buena que conozco.


Le costó no esbozar una mueca, pero se mantuvo imperturbable.


—Yo nunca he dicho que tuviera algo contra ella. Lo has dicho tú.


—No necesitas decirlo. Obviamente no he podido sacarte nada, pero…


—Quizá sea porque prefiera hablar de nosotros. De ti y de mí.


—Si estás intentando cambiar de tema…


—Otra vez estás frunciendo el ceño —alzó una mano, como si quisiera borrárselo suavemente con el pulgar—. ¿Cómo es que nunca me sonríes a mí como acabas de sonreírle a Teo?


—Porque me gusta Teo.


—Es curioso, porque la mayoría de la gente piensa que yo soy un tipo afable, que cae bien.


—A mí no —replicó Paula, con tanto apresuramiento que no pudo menos que sonreírse. Sabía que Pedro habría ganado el primer premio en un concurso de tenacidad. Y de repente tuvo que dominar el fuerte impulso de deslizar los dedos por aquel cabello siempre despeinado, con aquellos reflejos cobrizos—. «Afable» no es la palabra que y o utilizaría. «Engreído» , «irritante» , «tenaz» serían calificativos más adecuados.


—Me gusta lo de tenaz —se acercó a ella, aspirando su aroma—. Un hombre no consigue nada dándose cabezazos contra una pared. Es mejor saltarla, cavar un túnel por debajo, o incluso demolerla.


Paula le puso una mano en el pecho para conservar un mínimo de distancia.


—O puede romperse la cabeza si sigue dándose de cabezazos contra ella.


—Ese es un riesgo calculado, que merece la pena correrse si detrás de la pared hay una mujer mirándolo como tú me estás mirando ahora mismo a mí.


—Yo no te estoy mirando de una manera especial.


—Cuando te olvidas de adoptar una actitud fría y distante, me miras con una enorme ternura en los ojos, y un cierto miedo. Y mucha curiosidad. Es una mirada que me hace ansiar levantarte en brazos y llevarte a un lugar lo suficientemente tranquilo como para satisfacer esa curiosidad.


Paula podía imaginarse esa escena demasiado claramente. Solo había una solución: escapar.


—Bien, hasta aquí ha sido divertido, pero tengo que cambiarme.


—¿Vas a volver al trabajo?


—No —empezó a alejarse—. Voy a una cita.


—¿Una cita? —repitió Pedro, pero para entonces Paula y a estaba subiendo las escaleras.


2 comentarios:

  1. Muy buenos los 3 caps. Cómo se va a enfurecer Pedro cuando sepa que Pau sale a cenar.

    ResponderEliminar
  2. Que mala Pau refregarle su cita así por la cara!! Jajaja. Me da mucha curiosidad la actitud de Susana con PP 🤔

    ResponderEliminar