Estaba tan relajada, que ni siquiera podía pensar en moverse. Sentía pesados los párpados mientras Pedro le ponía en la punta de la lengua una pizca de paté.
—Está muy rico —le dijo, y a continuación le untó otro poquito en la espalda, para lamérselo—. Así —la atrajo hacia sí, estrechándola contra su pecho antes de entregarle su copa de champán—. Se suponía que primero debíamos bebernos esto, pero me he distraído.
Sabía deliciosamente bien. Paula tomó otro sorbo, y abrió obediente la boca cuando él le ofreció más paté, esa vez untado en una galleta salada.
—¿Más?
Asintió, suspirando. Y se dieron de comer mutuamente entre beso y beso.
—Vamos a llegar tarde a la sesión de espiritismo.
—No —hizo que apoyara cómodamente la cabeza sobre su pecho—. Coco decidió a última hora que las vibraciones no eran las adecuadas. Parece que ha percibido la intromisión de una presencia oscura.
—Eso es muy propio de mi tía.
—Ahora quiere esperar a la última noche de la luna nueva —le acarició el cuello—. Así que podemos quedarnos aquí toda la noche.
Paula estaba empezando a creer que, con él, todo era posible.
—Vaya. Nunca antes había disfrutado de un picnic nocturno, y este será el primero.
—Después de que nos casemos, lo convertiremos en una costumbre.
Al oírlo, le tembló la mano y le derramó un poco de champán en una pierna.
—Hey, ten cuidado, Chaves. No lo desperdicies.
—¿Qué has querido decir con eso? —se volvió para mirarlo.
—Ya sabes. Casarnos, marido y mujer, ese tipo de cosas…
Con exquisito cuidado, Paula bajó su copa. «Sí» , pensó, tan furiosa como aterrada. Se había estado esperando eso.
—¿De dónde te has sacado la idea de que nos vamos a casar?
A Pedro no le gustó nada la manera que tenía de fruncir el ceño.
—Yo te amo, tú me amas a mí. Tú eres la más lógica de los dos, Paula. Desde mi punto de vista, el siguiente paso es el matrimonio.
—Puede que desde tu punto de vista sea un simple paso, pero desde el mío es un gran salto. No puedes dar por sentado que vaya a asumirlo así, de pronto.
—¿Por qué no?
—Porque no puedes. En primer lugar, no pienso casarme hasta dentro de unos años. Tengo que pensar en mi carrera.
—¿Qué tiene que ver una cosa con otra?
—Todo. Ya me has desconcentrado bastante, y has trastornado mis prioridades —de pronto se interrumpió, pasándose una mano por el pelo—. Mírame —le pidió—. Simplemente mírame. Estoy aquí en el suelo del almacén, desnuda, y discutiendo de matrimonio con un hombre al que solo hace un par de semanas que conozco. Esta no soy yo.
Perezosamente, Pedro se apartó levemente para mirarla de arriba a abajo.
—¿Entonces quién diablos es?
—No lo sé —nerviosa, se levantó y empezó a vestirse—. Ya no sé quién soy, y eso es algo que te lo debo a ti. Desde que irrumpiste en mi vida, ya nada parece tener sentido.
—Fuiste tú quien irrumpió en la mía.
—Sueño despierta cuando se suponía que debería estar trabajando. Hago el amor contigo cuando debería estar manteniendo entrevistas, y me dedico a disfrutar de un picnic, para colmo desnuda, cuando debería estar ordenando papeles. Esto tiene que terminar.
—¿Por qué no te sientas y resolvemos esto tranquilamente?
—No, no me sentaré. Me seducirás otra vez, y ya no seré capaz de pensar. No vas a hacer ningún plan para el resto de mi vida sin consultarme, o sin siquiera tener la cortesía de preguntármelo. Voy a recuperar de nuevo el control de mi propia vida.
Pedro también se levantó, desnudo y furioso.
—Estás enfadada porque deseo casarme contigo.
—Y tú eres un estúpido —siseó, con los dientes apretados. Se dirigió hacia la puerta y luchó con la cerradura hasta que logró abrirla—. Vete al diablo, y llévate contigo tu… increíblemente romántica proposición de matrimonio.
****
La calurosa y bochornosa tarde era perfecta para el placer. Christian me sorprendió con una pequeña cesta de vino y carnes frías. Juntos nos sentamos en la hierba, detrás de las rocas, y contemplábamos los barcos surcar el mar debajo.
Siempre es así cuando estoy con él. En esta maravillosa fantasía de atardeceres, no hay nada más que luz clara de sol y aire limpio, fragante.
Hablamos de todo y de nada mientras me dibujaba. Desde que comenzó el verano, ya me ha hecho dos retratos. Sin riesgo de pecar de inmodesta, puedo afirmar que me ha convertido en una mujer bella. ¿Qué mujer no lo sería estando enamorada? Y han sido sus sentimientos los que han guiado su pincel. Si no hubiera sabido antes lo profundo y verdadero de su amor por mí, lo habría descubierto en esos retratos.
¿Le comprará alguien mi retrato? Me entristece pensarlo. Y a la vez me enorgullece. Esa sería, tal vez, la única manera de poder proclamar mis sentimientos. Colgado en la pared de alguna casa, el retrato de una mujer cuya mirada estaba llena de amor por el hombre que la pintó.
He dicho que hablamos de todo y de nada. Pero no mencionamos la rapidez con que los días se convierten en semanas. Quedan tan pocas semanas para que tenga que dejar la isla, y a Christian. Creo que, cuando llegue ese momento, algo morirá en mí.
Felipe y yo dimos un baile esta noche. Fue todo muy alegre, aunque se habló demasiado de la guerra. Felipe llegó a comentar que los hombres inteligentes saben que siempre habrá guerra, y que las guerras producen dinero. Me quedé sorprendida al oírlo hablar así, pero él no le dio ninguna importancia.
—Tú piensa en cómo gastar el dinero, que ya pensaré yo en conseguirlo —fue lo que me dijo.
Y eso me disgusta porque no fue por dinero por
lo que me casé con él, ni por lo que sigo a su lado, sino por sentido del deber. Por eso he vivido bajo su tejado, comido su comida, aceptado sus regalos sin detenerme a pensar en nada más.
Me remuerde la conciencia pensar que aprecié muchísimo más el sencillo picnic que Christian me obsequió, que todas las suntuosas cenas pagadas con el dinero de Felipe. Como eso siempre le agrada, en el baile de esta noche llevé las esmeraldas, y aún no me las he quitado. Las esmeraldas que me evocan tanto dolor como alegría.
Si no fuera por los niños… pero no he de pensar en ello. Por muchos pecados que cometa, jamás abandonaré a mis hijos. Ellos tienen unas necesidades que ni Christian ni yo tenemos derecho a ignorar. Sé que, en la inmensa soledad que me espera, serán mi consuelo y mi solaz. Siendo como son un bendito regalo del cielo, no tengo derecho a lamentarme por el niño que Christian y yo nunca podremos, ni debemos, concebir.
Pero, aun así, me duele.
Esta noche, cuando apague la lámpara, intentaré dormirme rápidamente.
Porque pronto llegará la mañana, y con la mañana la tarde dorada, cuando pueda volver a ver a Christian.
Pero cómo de la nada va a arrancar para atrás Pau?! Buenísimos los 8 caps que leí hoy. Esta historia me apasiona.
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