miércoles, 3 de julio de 2019

CAPITULO 57 (TERCERA HISTORIA)




—Llegas tarde —Pedro se encontró con Paula cuando esta todavía estaba a unos quince metros de la zona de aparcamiento.


—Parece que hoy tengo el día de los profesores —se inclinó para besarlo, complacida por la firmeza y el calor de sus labios—. Me ha entretenido un caballero sureño que quería información sobre la flora para su clase de geografía.


—Espero que fuera calvo y gordo.


Paula ni siquiera pudo reír mientras se frotaba los brazos intentando desprenderse del frío.


—No, la verdad es que era bastante delgado y tenía mucho pelo.


—¿Te ha hecho insinuaciones amorosas?


—No —alzó la mano antes de que Pedro pudiera atraparla. Y se echó a reír—.
Pedro, estoy bromeando… y si no lo estuviera, te aseguro que puedo esquivar sola cualquier insinuación amorosa.


Pedro ya no se sentía ridículo, como podía haber llegado a sentirse incluso el día anterior.


—No esquivaste las mías.


—También soy capaz de interceptarlas. ¿Qué llevas en la espalda?


—Las manos.


Paula soltó otra carcajada y lo besó encantada.


—¿Y qué más?


Pedro le tendió un ramo de margaritas.


—No las he arrancado —le advirtió, consciente de sus pensamientos—. Se las he comprado a Susana. Me ha dicho que tienes debilidad por las margaritas.


—Son tan alegres —murmuró, absurdamente conmovida. Enterró el rostro en ellas y luego lo alzó hacia él—. Gracias.


Mientras comenzaban a caminar, Pedro le pasó el brazo por los hombros.


—Esta tarde le he comprado el coche a Catalina


—Profesor, eres una caja de sorpresas.


—Y supongo que te gustará oír los progresos que estamos haciendo Amelia y yo con esa lista. Podríamos ir a la costa a cenar algo. A solas.


—Suena maravilloso. Pero las flores nos harán compañía.


Pedro sonrió de oreja a oreja.


—He comprado un jarrón. Está en el coche.




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