miércoles, 7 de agosto de 2019
CAPITULO 36 (QUINTA HISTORIA)
Debía haberse quedado dormida, se dijo al despertar, tumbada boca abajo en la cama. Ya no llovía y había caído la noche. Cuando se le aclaró la mente, se dio cuenta de un montón de pequeños dolores y de una sensación de aturdimiento y satisfacción.
Pensó en darse la vuelta, pero le pareció demasiado esfuerzo. En vez de eso, estiró los brazos, buscando a Pedro, aunque, en realidad, sabía que estaba sola.
Entonces oyó hablar al pájaro.
—Tú sí sabes silbar, ¿no, Steve?
Paula seguía sonriendo cuando Pedro entró en la habitación.
—¿Qué haces? ¿Ver películas antiguas todo el tiempo?
—Es un fan de Bogart —dijo Pedro. Le resultaba extraño sostener una bandeja de comida delante de una mujer desnuda que yacía sobre su cama—. Tienes una bonita cicatriz, nena.
Paula estaba demasiado contenta como para molestarse.
—Me la gané. Tú tienes un bonito dragón.
—Tenía dieciocho años, tonta, y más de un par de cervezas. Pero supongo que yo también me la he ganado.
—Te queda bien. ¿Qué has traído?
—He pensado que tendrías hambre.
—Me muero de hambre —dijo Paula, apoyándose en ambos codos—. Huele muy bien. No sabía que supieras cocinar.
—No sé. Lo ha hecho El Holandés. Siempre me traigo comida del hotel. Solo tengo que calentarla. Bueno, hay pollo estilo indio y vino.
Paula se relamió y se incorporó para ver el contenido de la bandeja.
—Tiene una pinta estupenda. Pero de verdad que necesito ir por Kevin.
—He llamado a Susana —dijo Pedro, esperando que Paula se quedara a cenar, desnuda como estaba—. A no ser que la llames tú, Kevin puede quedarse a dormir en su casa.
—Bueno, pues…
—Dice que está jugando a los videojuegos con Alex y Jazmin.
—Y si yo llamo, le aguaré la fiesta.
—Más o menos —dijo Pedro sentándose en la cama, y acarició a Paula con un dedo—. Bueno, ¿te quedas a dormir conmigo?
—Ni siquiera tengo cepillo de dientes.
—Puedo encontrarte uno —dijo Pedro partiendo un trozo de pollo y dándoselo a Paula.
—Oh —exclamó ella—. Cómo pica.
—Sí —dijo Pedro, y se inclinó para besarla en los labios. Luego le dio a beber vino—. ¿Mejor?
—Maravilloso.
Pedro dio unos golpecitos en el vaso de vino y cayeron unas gotitas sobre el hombro de Paula.
—Oh, será mejor que lo limpie —dijo, y lo hizo con la punta de la lengua—. ¿Qué tengo que hacer para convencerte de que te quedes?
Paula olvidó la comida y se echó en brazos de Pedro.
—Acabas de hacerlo.
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